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Biografia de Don Bosco
Los padres de Juan,
Mamá Margarita fue la persona que más influyó en Juan Bosco. Mujer exigente y afectuosa, dotada de una gran intuición pedagógica, educó a su hijo en el trabajo, en el conocimiento de Dios y en la vivencia de su presencia amorosa y providente. En medio de las terribles penurias, Margarita, viuda pobre con tres hijos, elevaba sus ojos a Dios, con esperanza y agradecimiento. Este modo de hacer confiado y emprendedor ante cualquier dificultad, fue decisivo para la formación de Juan.
Él tenía un temperamento espléndido, que miraba al mundo con ojos llenos de sabiduría, y se dedicaba apasionadamente a todo lo que llamaba su atención. A los nueve años tuvo un sueño que le marcó el resto de su vida. Se vio en medio de un campo, cerca de casa, próximo a un agrupo de niños que juegan y se divierten. Pero entre ellos hay algunos que se insultan y pelean. Juan intenta calmarlos a base de gritos y golpes. De repente, aparece Jesús en forma de un hombre atractivo que le dice: “No con golpes, sino con amor y paciencia los harás tuyos y serán tus amigos, y podrás enseñarles a huir del pecado y a obrar la virtud”. Lleno de confusión, Juan contesta que un chico ignorante como él es incapaz de educar a aquellos mozalbetes. El hombre le indica la maestra que le enseñará la obediencia y la adquisición de la ciencia verdadera: María, su propia madre. Esta, a su vez, mostrándole al grupo de chicos le dice: “He aquí tu campo de misión. Sé fuerte, humilde y robusto”. Juan, siempre en sueños, rompe a llorar sin entender nada. Entonces María le coloca su mano sobre la cabeza y le dice:
“Cuando se la hora, lo entenderás todo”. Años después, ya adulto, Don Bosco relacionará este sueño con su vocación educativa de la juventud.
Juan Bosco Estudioso
El Padre Aquiles Ratti, futuro Pío XI, hombre de gran inteligencia y cultura, había
conocido a Don Bosco personalmente en Valdocco (Turín). Siendo papa, en el curso de
a audiencia concedida el 17 de junio de 1932 a los clérigos de los Pontificios
Seminarios Romanos se complació en poner de relieve lo siguiente acerca de Don
Bosco:
“Muchos no advirtieron lo que fue la preparación de su inteligencia, la
preparación de la ciencia, la preparación del estudio y son muchísimos los que no tienen
idea de lo que Don Bosco dio y consagró al estudio. Había estudiado muchísimo, siguió
por mucho tiempo estudiando vastísimamente y un día nos dijo lo que no había confiado a nadie, pero que, encontrándose con un hombre de libros y de biblioteca, le parecía tener que decir: tenía un vasto plan de historiografía eclesiástica” (Memorie Biografiche di Don Bosco (en adelante MB) XIX, 214). En verdad, Dios había dotado a Don Bosco de un poderoso ingenio y de una memoria portentosa; él, a su vez, supo explotar maravillosamente esos talentos para su perfección humana y para el servicio de Dios y del prójimo. Poderoso ingenio. El mismo Pío XI así calificó el talento de Don Bosco: inteligencia superior y sorprendente (en Luigi Terrone, Lo spirito di S. Giovanni Bosco, Torino, SEI, debajo de la foto de Don Bosco); inteligencia luminosa, vívida, perspicaz y vigorosa (ib., 234); ingenio vasto y vivaz (ib., 319); luminoso y vasto y alto pensamiento, y no común, antes bien muy superior al ordinario, el vigor de la mente y del ingenio (ib, 81). Ese gran Pontífice era de parecer que Don Bosco, por él calificado magnífica creatura de Dios en el orden natural así como era creatura escogida en el orden sobrenatural, si se hubiera limitado al campo de los estudios y la ciencia, habría podido resultar el docto, el pensador, el escritor (MB XIX, 81), y dejando ciertamente una huella profunda, como alguna huella en este mismo campo dejó (ib., 234) con alrededor de setenta libros y opúsculois de educación popular, algunos de los cuales tuvieron un éxito
extraordinario (ib., 102).
Memoria portentosa. Lo fue, sin duda, la de Don Bosco. Niño de diez años, sabía repetir al pie de la letra sermones, panegíricos, instrucciones religiosas (MB I, 130). Un domingo, al bajar del púlpito, el párroco, Don Cinzano, quiso comprobar la verdad de esa fama y he ahí que Juanito le va desgranando todo entero el sermón, sin vacilar ni un solo instante (ib., 329). Más tarde, en la escuela de Chieri, su memoria hasta provoca un
aplauso y gritos de admiración. El mismo Don Bosco cuenta el episodio en sus Memorias del Oratorio con lujo de detalles:
"Explicaba un día el profesor (= José Cima) la vida de Agesilao, escrita por
Cornelio Nepote. Aquel día no tenía yo mi libro, y para disimular mi olvido sostenía 11
abierto ante mí el Donato (= la gramática latina de ese autor). Los compañeros se dieron
cuenta de ello. Empezó uno a reír, siguió otro, hasta que cundió el desorden en la clase.
- ¿Qué sucede? -dijo el profesor-; ¿qué sucede? Díganlo en seguida.
Y como todas las miradas se dirigiesen hacia mí, me mandó hacer la
construcción gramatical y la explicación. Los compañeros, casi instintivamente,
aplaudieron, entre gritos de admiración. Imposible explicar el furor del profesor,
ya que era aquella la primera vez en que, según él, no podía obtener disciplina.
Me largó un pescozón, que esquivé agachando la cabeza; después, con la mano
sobre mi Donato, hizo explicar a los vecinos la razón de aquel desorden. Ellos
dijeron:
- Bosco, con el Donato en las manos, ha leído y explicado como si tuviera el
libro de Cornelio.
Reparó el profesor en el Donato, me hizo continuar dos períodos más, y después
me dijo:
- Le perdono su olvido por su feliz memoria. Es usted afortunado; procure
servirse bien de ella" (P. Rodolfo Fierro, Biografía y escritos de S. Juan Bosco,
BAC, Madrid MCMLV, p. 101-102).